Ya de vuelta en Nazaret, después de tantos años en el exilio, están felices de encontrarse con todos los suyos, parientes, amigos y vecinos. Vuelta a esa casita donde se reencuentran con las cosas que tuvieron que abandonar apresuradamente en su huída a Egipto.Ya instalados y en paz María se encuentra cosiendo en su habitación un manto para José que está trabajando en la carpintería. Mientras tanto Jesús juega bajo los árboles con otros dos niños que son sus primos, Judas y Santiago.
Juegan a los mercaderes con unos carritos cargados de piedras, palos y hojas. Jesús es el que compra y conforme lo va haciendo le va llevando a María los objetos comprados que Ella sonriendo acepta. Luego cambian de juego, uno de ellos quiere jugar al éxodo a través de Egipto. Entonces Jesús propone hacer el otro pasaje en donde se elige a Josué como sucesor de Moisés, evitando así ese feo pecado de idolatría y dejando contento a Judas con ese papel.
“¿Verdad que estás contento?”
“Si Jesús, pero entonces tu tienes que morir porque Moisés muere después. No quiero que tú mueras, tú que siempre me quieres tanto.”
“Todos morimos, pero Yo antes de morir bendeciré a Israel y dado que aquí solo están ustedes en ustedes bendeciré a todo Israel.”
En medio del juego los niños le preguntan a María si en el éxodo llevaban o no carros. Ella les responde que sí y que en ellos se cargaban los víveres y a los más débiles. Todas las cosas iban en los carros menos el arca que la llevaban a mano.
En un atardecer llegan de visita Alfeo, hermano de José, con su esposa, trayendo de regalo dentro de una cesta redonda un corderito para cada uno de los niños que saltan y gritan de alegría.
Llegada la noche se sientan alrededor de la mesa y comen pan, queso y aceitunas; María les acerca un ánfora de agua de manzanas. Empiezan a conversar acerca de que hay que mandar a los chicos a la escuela. Pero María con tono resoluto dice.
“Yo no voy a mandar jamás a Jesús a la escuela”
Resulta insólito oírla hablar así y además antes que lo hiciera José.
Su cuñada le dice que el Niño tiene que aprender para que a su debido tiempo sea capaz de afrontar el examen de la mayoría de edad.
“El Niño sabrá pero no irá a la escuela y esto está decidido -¿no es verdad José?”
“Así es, Jesús no tiene necesidad de ir a la escuela, María se ha formado en el templo y es una verdadera doctora en el conocimiento de la Ley; será su maestra y esto también es mi deseo.”
La cuñada le contesta:
“Si sigues así lo mimarás demasiado”
“Tener al lado a los hijos no es mimarlos, es quererlos, con mente cabal y buen corazón. Nosotros amamos así a nuestro Jesús y dado que María es una mujer más instruida que el maestro, será Ella la maestra de Jesús. María es una mujer fuerte y sabe educarlo, yo no soy ningún mezquino y se dar buenos ejemplos. Jesús se desarrollará recto y fuerte en el cuerpo y en el espíritu. ¿No es acaso lindo que dos personas que se aman estén con la disposición de tener el mismo pensamiento y la misma voluntad porque mutuamente abrazan el deseo del otro y lo hacen propio?3
Si María desease estupideces yo le diría que no, pero lo que pide son cosas llenas de sabiduría y yo las apruebo y hago mías. Nosotros nos amamos como el primer día y lo seguiremos haciendo mientras vivamos.”
“Sí José, y aún en el caso –y ojalá no suceda jamás- de que uno de los dos muriese, nos seguiríamos amando.”
José acaricia la cabeza de María como si fuera una hija pequeña, Ella a su vez le mira con ojos serenos y amorosos.
La cuñada dice:
“Tienes razón, en la escuela enseñan el bien y también el mal pero en la casa sólo el bien.
Si te pidiese que los tuvieras también a Santiago y a Judas creo que ganarían en bondad y en conocimiento, eso me haría muy feliz.”
María le contesta:
“Si José y Alfeo así lo desean sería para Mí un motivo de mucho gozo.”
Los tres niños que habían escuchado, entraron despacio y luego corrieron hacia María, la abrazan alborozados prometiéndole que se portarían bien.








