2/4/08
JESÚS ENSEÑA A REZAR EL PADRE NUESTRO
Jesús enseña a rezar el Padre Nuestro:
Jesús habla a los apóstoles en Getsemaní, el miércoles Santo por la noche:
He terminado. No tengo más que agregar. Todo cuanto tenía que decirles sobre las profecías mesiánicas lo he dicho. Todo lo que habla desde mi nacimiento hasta mi muerte lo he ilustrado para que me conozcan y no tengan dudas. Y para que no aleguen excusa de sus pecados.
Ahora oremos juntos. En esta última noche podemos hacerlo así, unidos cual granos de uva en el racimo. Vengan. Oremos.
“Padre nuestro que estás en los cielos, sanctificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en los cielos. Danos hoy nuestro pan. Perdónanos nuestras ofensas como perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes que entremos en la tentación, y líbranos del mal. Así sea.
...“Sea santificado tu nombre”. Padre, yo lo he santificado. Ten piedad de tu Retoño.
“Venga tu Reino”. Muero para fundarlo. Ten piedad de Mí.
“Hágase tu voluntad”. Ayuda mi debilidad, Tú que creaste el cuerpo del hombre y con él revestiste a tu Verbo para que aquí abajo te obedeciera así como siempre te he obedecido en el cielo. Ten piedad del Hijo del hombre.
“Danos el pan”.... Un pan para el alma. Un pan que no es de esta tierra. No lo pido para Mí. No tengo necesidad sino de tu consuelo espiritual. Yo, cual mendigo extiendo mi mano por ellos. Dentro de poco será atravesada y enclavada y no podrá dar muestras de amor. Padre, concédeme darles el Pan que diariamente fortifique la debilidad de los pobres hijos de Adán. Son débiles; ¡Oh, Padre!!, no pueden hacer nada porque no tienen el Pan que es fuerza, el Pan angelical que espiritualiza al hombre y hace que en nosotros se divinice.
“Perdónanos nuestras ofensas”......
Jesús, me ha hablado estando de pie y con los brazos abiertos, se arrodilla, levanta al cielo un rostro pálido por el esfuerzo de la súplica, porque los rayos de la luna lo besan; por él corren lagrimas.
Perdona a tu Hijo, ¡oh Padre!, si en algo te faltó. A tu perfección puede aparecer todavía imperfecto, Yo tu Mesías sobre quien pesa la carne. A los hombres.... no parecerá. Mi inteligencia me asegura que hice todo por ellos. Perdona a tu Jesús.....Yo también perdono, para que me perdones como Yo perdono. ¡Cuánto debo perdonar!!! ¡Cuanto!!!!....Y con todo, lo hago. Perdono a estos que están aquí presentes, a los discípulos ausentes, a los sordos de corazón, a mis enemigos, a los que se burlarán de Mí, a los traidores, asesinos, deicidas..... En una palabra, perdono a todo el linaje humano. Por lo que toca a Mí, Padre, perdono toda ofensa que el hombre haya proferido contra Mí. Muero para dar a todos tu Reino. No quiero que se tenga en cuenta como señal de condenación, que se haya ofendido al Verbo encarnado. ¿No? ¿Dices que no? ¡oh, me duele! Este “no” derrama en mi corazón las primeras gotas del amargo cáliz. Padre, a quien siempre he obedecido, te digo: “Hágase como tu quieres”.
“No nos dejes que entremos en la tentación”. ¡Si quieres, puedes alejar de nosotros al demonio¡ él es la tentación que incita la carne, la mente, el corazón. Es él el Seductor. ¡Aléjalo Padre! Que esté a nuestro lado tu Arcángel que aparte lo que nos pueda hacer mal desde el momento en que se nace hasta el de la muerte!......¡Oh Padre santo ten piedad de tus hijos!!
“¡Líbranos, líbranos del mal” Tú lo puedes. Nosotros lloramos aquí......Es muy hermoso el cielo y tenemos miedo de perderlo. Tú dices: “Mi Sangre no puede perderlo”. Pero Yo quiero que veas en Mí al Hombre, al Primogénito de los hombres. Soy su hermano. Ruego por ellos. Y con ellos. ¡Padre, ten piedad!!! Sí, ¡piedad!!!.....
Jesús se inclina hasta la tierra. Luego se levanta: “vámonos. Despidámonos esta noche. Mañana, a esta hora, no lo podremos hacer. Estaremos muy aturdidos. Y no hay amor donde hay turbación. Démonos el ósculo de paz. Mañana…mañana cada uno dependerá de sí mismo…Esta noche todavía podemos ser uno para todos y todos para uno.”
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